Locura.
Soy prenda en el altar de sus antojos,
sustento a la avidez de su osadía,
pasión que su cariz de villanía
va acoplando ,imprudente, mis despojos.
La dama incinera los cerrojos
de cordura, que es presa todavía,
clamando desde agónica poesía
desgarbos de semblantes decorosos.
Para existir, la pena arlequina
descorre su velo y le hace frente
a la inepcia de la razón mezquina.
La insanía golpea inclemente,
hasta hacer de migajas la rutina
y así vivir podrá ser suficiente.