¡Locura hiperbólica!
Tus senos altos,
firmes y ligeros,
detrás del majestuoso
nidal de nubes,
por donde el cazador Orión
sedujo a Artemisa
y contó sus desvelos…
Si…Ahí…
En la cúpula de hierro
guardé tus ojos negros.
Imbuidos por caracteres jónicos
cómo espejos brillantes,
pulidos por las ásperas manos
del infatigable viajero…
Mujer de rostro precolombino
claros de luna caen
en el pentagonal de los sueños
y en los mares retorcidos,
por el tintinar de las hojas
del manglar costero,
los enramados auríferos
y labios de sal marina…
Ven y escóndete
bajo las sombras del papagayo azul
qué en una tarde de sol ardido
echamos a volar
bajo la mirada sórdida
de un calendario fenecido,
y disfruté cómo niño taíno
tu barnizada sonrisa…