veo el tiempo traspasando
mis deseos,
sólo hay bruma en mis palabras,
mis pensamientos están ciegos,
en mis ojos no hay noche,
solo el verano toscano que nunca tuve,
el sol de mis entrañas,
las tórridas paredes de un cuartucho
en mal estado.
hay ciertas estaciones
que me hacen dormir para siempre
y es un sueño inacabado
desde la más profunda anestesia,
es cuando llueve de imprevisto
que las flores vuelven a tener vida
y yo sentido,
pues es el mundo siendo poeta
y yo poema
sin ritmo y deshabitado.
sigo escribiendo en papel
a escondidas,
es como arrancarse la piel
y coserlas con hilo a la espina de un libro,
cómo clavarse una pluma
en el antebrazo y dibujar la figura
de lo sempiterno;
empecé maracando cada carta
con las gotas que caían,
cómo una tormenta de estrellas
que caen al fin del mundo
hasta que el suelo está tan blanco
que parecen ríos de otro mundo
y el cielo tan negro
como el desenlace de una vida,
todavía no ha terminado
y las hojas tienen un rojo propio
del carmesí de una infidelidad.
el único amor que he conocido,
desfallezco,
me desvanezco en mitad
de unos versos que nunca completaré,
si alguien me abraza y me rompe los huesos
como el cristal templado
se desintegra en las líneas de las manos
como constelaciones
podría morir y ser feliz
sabiendo que alguien me ha querido tanto
que no ha podido evitar cogerme el corazón
sin dejarme el cuerpo temblando
como ruinas arquitectónicas,
como las secuelas de un terremoto
donde los edificios caen de rodillas
ante la imposición de la naturaleza
por dejar entrever la luz entre las grietas.
lo que dejamos atrás no eran recuerdos,
éramos nosotros queriendo ser algo
y resultando ser nada.