La lluvia se hace olvido
en la amarilla copa de los álamos,
junto a la vieja ermita,
entre la densa niebla
y el grito, desolado,
de un viento enfurecido.
Se han borrado senderos, efemérides
incesantes, la luz que se ha dormido
en una madrugada tan remota,
inexpugnable y triste.
Tanta lluvia que oxida
tiernas fotografías, voces rotas,
el infame sonido
del miedo y la distancia.
Sí, la lluvia que cae,
tersa y fría; que duele
en el eterno otoño de la vida.
Maravilla el contraste entre cosas tiernas que se rompen y ese borrón de efemérides y senderos,
Sugiere un otoño de bronce que recibe al invierno de escudero —Lo Aplaudo Maestrazo —
Me gusta mucho tu instructivo comentario, muchas gracias. Saludos.
A veces la lluvia se hace eterna y opaca tantos recuerdos. Precioso poema. Saludos cordiales.
Las lluvias otoñales son generadoras de efectos y muchas sensaciones, que quedan marcadas en la naturaleza y en los seres humanos, sus estados anímicos y sentimentales.
Me gusta el poema.
Abrazo
La lluvia del alma en unos bellos versos…
Me encantó!
Ayer por aquí, tuvimos todo el día esa lluvia fina y sorda…como la de tu poema.
Un saludo, José Antonio.
La lluvia es la luz del invierno. Gracias por tu comentario. Un saludo.
La lluvia que lentamente va nutriendo la tierra y nuestros recuerdos. Gracias por tus palabras m Saludos.
La lluvia amarilla del otoño. Gracias por tus amables palabras. Un saludo.