Cuando pienso en un cadáver,
pienso en sus pies, pálidos,
suspiros que como olas estallan,
queriendo sostenerse.
Cuando pienso en un cadáver,
pienso en ella,
sus uñas largas dentro de mis manos,
y algodones entre sus labios,
cayendo como la nieve, dulce…
Lloré porque pensaba,
que luchábamos,
lloré porque pensaba,
que no me estaba despidiendo.
Lloré,
porque que entre el frío,
silencioso, de mis días oscuros,
supe,
que la lucha había sido perdida,
el día en que mis pulmones se expandieron por primera vez.
Cuando pienso en un cadáver,
pienso en las veces que nos dijeron, que Dios nos esperaba al final de un abismo,
que la muerte era un comienzo,
mi cuerpo tan solo un espacio, efímero,
para el alma.
Lloré,
por aquel sonido de la tierra sobre el cofre,
por ella,
una vez más.
Oh, Carmen! Tremendo, emotivo y hermoso este poema…!
Conmueve tanto sentimiento en unos versos.
Espero que estéis bien! Hacía tiempo que no venías por aquí! Me alegra mucho encontrarte, amiga.
Un beso para ti y para tu Chiqui que estará ya grande!