Los días son una inmensa penumbra gris,
violonchelo sin cuerdas,
mar sin sal, manto sin estrellas,
ojos sin brillo, versos sin poemas.
De una u otra forma, llego tarde,
a cada rincón de vida,
a cada oportunidad.
Vivir es un simulacro,
es el ensayo de una obra
que nunca se va a estrenar.
Lo han dicho tantas personas, tantas veces.
Y no nos lo aprendemos.
Lo único que entendemos es el silencio
y la oscura eternidad de los párpados caídos.
El olor espeso de los cielos pintados de estrellas,
una pequeña criatura llorando,
y una luz encendida se apaga,
duerme la pena en su sábana,
en su dolor de riñones a media noche.
Es el territorio del insomnio
de quien sobrevive 24 horas
sin pausa, sin descanso,
que le deja la marca de la vejez anticipada.
Quiero romper el reloj,
y no entiendo nada, no encuentro la luna.
A la noche se la teme o se la ama,
dos cuerpos que no dormirán hasta el alba,
la aman, hoy la aman.
Naturaleza nocturna,
clama la tranquilidad,
y la impone en cada sombra alargada
de las flores que no están.
Y luego tú,
tu silueta perfectamente dibujada
en la ventana con luz.
Y yo que llego tarde, siempre tarde.
Todos llegamos tarde a lo esencial,incluso los que madrugan.La angustia vital que emana del poema se compensa,como casi siempre,con la lluvia redentora del amor. Me encantó.