Llega el otoño,
el viento mueve las hojas
que caen marchitas sobre la hierba
y tiemblan con la marea,
silba como una gaita
que alegra la soledad de la estepa;
otra vez el ave vuelve a su tierra.
Es dulce sumergirse en el deseo, gozar,
alcanzar la cumbre de lo incierto
y disfrutar, sentir el silencio,
la cadencia del aliento, los besos,
adormecerse, los ojos entreabiertos
al sol que forma sombras,
como un juego.