Las diez de la noche

La calle cada vez se hacia más larga,
yo sabía que la suerte también se acababa,
entonces me acerqué a ella sin respuestas
fue la mejor forma de sobrevivir a sus preguntas.

Al llegar a ella apagué mis ojos
para amar siempre debí de ser un ciego,
entonces me dio su nombre
porque había poco que decir y
mucho que hablar en silencio.

Quizás ella todavía no me quería,
yo sabía que sólo pierde el que huye
y que sin querer, también se podía querer.

Quizás el primer beso no fue el mejor recordado,
cuándo todavía no le he dado el último.

Y los días que más recuerdo son los que no han acabado…

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