Languidece la tarde
Espabilo de la siesta
y detrás de mi persiana
vi languidecer la tarde
de riveras, mar y cielo,
embadurnada de azules,
de beige, de blanco y naranja.
Con el ocaso a mi espalda,
ya se insinúa la sombra;
absorbe el azul marino,
lentejuela el firmamento,
mientras la rivera funda
faros de propio derecho.
Para mi hombro dolorido,
mi humilde alma encerrada,
mi hipotenso corazón aislado,
y el útil sendero vedado
vistas del mar, cielo, playa
y la fe, sin pensar en nada.