Lamento bajo el Velo de la Noche

En la penumbra donde el alma llora,
baila mi duelo con la noche fría,
tu sombra esquiva, que mi pecho implora,
teje en silencio su cruel melodía.
Oh amor perdido, joya de mi herida,
en tus cadenas mi existir se pierde;
sin ti, la luna su fulgor liquida,
y el viento arrastra lo que nunca vuelve.

Bajo el ciprés que guarda nuestro pacto,
donde juramos un amor eterno,
el tiempo ríe con su vil impacto,
convierte en polvo lo que fue gobierno.
Tu risa, eco de un abril lejano,
aún resuena en mi memoria rota;
mas no te alcanzo, aunque extienda el mano,
pues eres bruma que mi ser devota.

Las rosas negras en mi pecho crecen,
su aroma quema como un maleficio;
sus espinas mi esperanza perecen,
clavando en mí su lúgubre ejercicio.
Te busco en sueños, mas la niebla engaña,
tu rostro borra con su gris sudario;
y al despertar, la soledad me engaña,
hallando solo un frío santuario.

Oh cruel destino, que en su telar teje
mi desventura con hilos de hielo,
¿por qué tu rostro en mi alma se deje,
si no he de hallarte bajo el mismo cielo?
La noche canta su lamento amargo,
y en su regazo mi dolor se mece;
sin ti, la vida es un camino largo,
un laberinto donde el alma perece.

Recuerdo el roce de tus manos frías,
aquel susurro que venció al silencio,
las madrugadas de nuestras osadías,
cuando el amor burlaba al tiempo necio.
Mas hoy la muerte, con su risa fina,
se lleva el eco de lo que fue nuestro;
y en mi interior, la herida no termina,
pues lleva tu nombre mi dolor expuesto.