Del laberinto oscuro y escarpado
creí la bestia fúrica y huraña;
y en él crucé la sierpe… y vi la araña,
pero jamás repuse en lo olvidado.
Y aunque solo, caído y tropezado…
siempre ha creído mi ilusión extraña
que ha de soplar el torreón de caña,
¡cruzando sola, hiriéndose el costado!
Pero no hay empresa, no hay ensueño
que se mantenga firme en la mudanza
sin unos labios tímidos y tiernos…
Y en mi sueño de libre y de risueño…
me basta un hilo solo de esperanza
para llevar mi canto a los infiernos.