De sol a sol, la vieja mendiga camina
por las calles pregonando, con su voz cascada,
la urgencia de su pena,
el desafío, la invocación de María Santísima,
para mitigar su hambre de siglos,
arropada por la íntima solidaridad de muchachas
que deambulan buscando una calle,
una oscura dirección donde adecentar la miseria
que dejaron en otros países,
por un sueldo agujereado por la nostalgia .
Llega a una plaza de suburbio,
con sus bancos arruinados y su atroz silencio
derramándose por los costados,
sin música y sin esperanza.
Y allí, mirando a un cielo lejano e inventado,
entona una plegaria por todas las mujeres
que sustentan la vida,
que edifican el verdadero rostro del mundo.
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Vaya retrato de la vida difícil de una mendiga anciana y aún así es bella esa solidaridad en su plegaria por todas las mujeres que sustentan la vida.
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Qué final tan verdadero…
Hermoso poema, José Antonio! Hay tantas mujeres así…
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Efectivamente, el poema se sustenta con la oración de la mujer más humilde y verdadera , arquetipo de la mujer como Diosa, madre y guía. Un saludo.
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La solidaridad que existe entre las mujeres, y tan difícil de encontrar entre los hombres. Muchas gracias por tu comentario. Saludos.
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Son las que velan por el mundo, el sustrato vital que refuerza una situación complicada de la mujer y su engranaje en este mundo tan canalla . Muchas gracias por tu comentario.
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