La vieja encina

La vieja encina
susurra cuando pasas
y te saluda.

Tú te detienes,
sonríes dulcemente,
y le contestas.

Luego prosigues
sin pausa tu camino
en la mañana.

Vas hacia el lago
a ver, en él, sus aguas
y algunos gansos.

Atrás dejaste
la aldea y la casona
de los mayores.

“Será un momento”,
dijiste al despedirte
de tu familia.

Y así lo llevas
grabado en ese tiempo
que va corriendo.

Quizás los gansos
no estén y se hayan ido,
para otras tierras.

Quizás el día
se muestre más huraño
mientras avanza.

Pero no importa,
ya tienes la sonrisa
de aquella encina.

Y ese recuerdo
de miel y fantasía
está en tu alma.

Rafael Sánchez Ortega ©
09/01/23

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