La vieja casa
mostraba sus paredes
envejecidas.
Muros de piedra,
fachada impresionante,
con balconada.
Unos escudos
mostraban orgullosos
tanta hidalguía.
Restos de armas
y honores de otros tiempos,
hoy ya dormidos.
¡No, no es mi casa,
estaba muy cerquita,
de mi morada!
Y es que mi hogar,
en ella se fijaba
para crecer.
Era un espejo
luciendo día a día
con cierta envidia.
Allí crecí,
en ella vine al mundo
y así viví.
Quiero esas piedras,
son parte de mi vida
como las mías.
“La vieja casa,
hoy llora, solitaria
y abandonada”
Desde mi hogar
la miro y la remiro
y hasta suspiro.
Rafael Sánchez Ortega ©
17/02/25