La vecinita de enfrente
la que yo miro y remiro,
la del respingo y suspiro
en su balcón floreciente,
esa que espío silente
por detrás de mis cortinas,
que sonríe serpentinas
y es de misteriosos ojos,
y bulbosos labios rojos,
confieso que me fascina.
Esa vecina de enfrente
que es dueña de mis desvelos
y solitarios consuelos,
con un escote expectante
y cintura interesante,
la veo por la mañana
(hago guardia en mi ventana),
y la veo por la tarde
(antes que el sol se resguarde),
y así paso mi semana.
¡¡ Qué vecina la de enfrente !!
cuando riega sus rosales,
que cura todos mis males
y hace crecer mi simiente,
yo sería su sirviente
para que así ella reinase,
mi mano la que peinase
las ondas de su cabeza,
y corromper su pureza
pasase lo que pasase.