Voy buscando un himno gigante,
una canción milenaria, una oda extraña,
versos eternos que se esconden
detrás de las cosas.
Solamente encuentro ruido,
un rumor sordo emanando de los hombres
y el redoble maldito que rezuma del asfalto
y me penetra hasta los huesos.
Me voy dando cuenta poco a poco
de que busco con mirada caprichosa
que resbala en superficie lisa y dura…
Y entonces pienso que estoy loco
y la cruda realidad es mi locura
y los versos son mi alma venenosa…
Nada es cierto, ¡no hay tal cosa!
tras los átomos del mundo;
sólo el murmullo negro de los días,
el lamento de un pueblo moribundo
que una vez fue sol en tierras frías
y semilla de luz en lo profundo
de un abismo de fieras y maleza.
Dejaré de embotarme la cabeza
con las rimas de algún himno desgraciado;
que son sólo huecas voces,
huellas grises y ecos del pasado
de una tribu olvidada por los dioses.