En estas manos,
oh amor, en estas manos,
una soledad sepulcral me deja
muy frías las palmas,
arrebatándome la vida
con el tacto helado de su vacío,
acentuando tu ausencia
que es mi muerte más amarga.
Porque en estas manos,
oh amor, en estas manos,
que te buscan
con paciente constancia,
esta soledad terrible
tan gélida como el invierno
me hiere, letal,
como una lanza.
Pero en estas manos,
oh amor, en estas manos,
también crece
la titánica esperanza
de encontrar,
algún día, en las tuyas,
la pasión ardiente
que me complete de sustancia.
Pero hasta que te encuentre,
oh amor, en estas manos,
se acentúa tu ausencia
que es mi muerte más amarga.
[Abel Santos, de ‘Esencia’, 1998]