Aquella dama floral
tan delicada y femenil
vestida de seda carmín
enardece la rivera abismal
Al sol coquetea
se ruboriza el ocaso
y la sombra celosa
la contempla gloriosa
Con la brisa baila
tan perenne y frágil
como una princesa
encandilada entre las estrellas
¡Pobre aquella sombra enamorada!
que su estático beso no funde
en sus prohibidas espinas
pues la tempestad la asesina