La luna vertió su piel en el cielo
y no hay estrella en el poblado,
el recuerdo clama el andar borrado
por la noche sin luz de terciopelo.
Frugal mi pecho, tentado al recelo,
el tronco parece abandonado
en la soledad del almidonado
umbral del corazón en desconsuelo.
Es la esperanza, la bondad oscura,
tendiendo mi sombra en la locura
y dibujando mi carne despierta.
Ya no hay estrella, ya no hay olvido,
ni está el tiempo que ayer ha sido,
lloran las ramas de la noche muerta.