Vivimos muriendo lento
mientras seguimos el viaje
transitando hacia lo eterno,
hasta que al fin encontramos
la posada del invierno.
Sucede que el alma llora
mientras los pies se pasean
más allá del horizonte.
Se apaga el fuego en la hoguera
huyéndole al desencanto
y es que el amor se golpea
con esos riscos cortantes.
Dichosos quienes no saben
que no hay fiestas en la casa,
y que algunos girasoles
se murieron en la tarde.
Sucede que en los paisajes
ya no pinto mariposas
y que horizontes floridos
carecen de tu presencia.
Nuestro espíritu está lejos
de encontrarse en los abetos,
porque el amor que nacía
se ha vuelto hielo constante
y no quiere que el abrazo
entre los dos, se despierte.