Mi mejor sonrisa se apaga
cuando se refugia espantado el dolor
de la injusticia de los extraviados,
donde el silencio se escucha.
No perciben la incitadora música
de los corazones agradecidos,
olvidan la poesía de las musas en el cementerio
y cruzan los abismos de las sombras.
No podré inclinar mi amor
sobre sus penas y sus ausencias,
donde los pájaros dejan de trinar
y los sueños se evaporan.
Sobre los cuerpos caen puñales
de injusticias engañosas,
a veces, en el absoluto abandono
una hemorragia por desidia se los lleva
al cielo de los desvalidos.
Desde un pozo de fango se elevan
entre los escombros perdidos,
entre los cascotes escondidos
sobre la dignidad de los desesperados.
Una luz se refleja en cada rostro
es la esperanza oculta,
esa que sostiene vidas latentes,
esa esperanza hermana que al porvenir reta,
esa que febril se escapa ante la muerte.