La palmera es un árbol raro,
tan raro que ni siquiera es árbol.
Es un árbol-pez,
un árbol con escamas,
como el pangolín y el cocodrilo,
un árbol que, según crece, pierde dedos
y al que le nacen alas,
árbol-hueso
con altura de fémur y aspecto de tibia.
La palmera tiene algo de avestruz:
no es amigable sino torpe,
tozuda, y picotea.
Como su nombre indica, es del pasado:
Palm-era, imperfecto,
como todo lo bello,
un falo poco serio,
con plumas de florero;
obelisco que ilumina mis paseos.
Brillante, amigo poeta. Es un poema brillante. Me ha sorprendido por su naturalidad y el carácter descriptivo a través de todas esas metáforas tan sugerentes y originales. Mi más sincera enhorabuena. Así debe ser la poesía, renombrar y sorprender, para enseñarnos una nueva mirada a la realidad!!!
Ufff… Admiro, además de la riqueza de vocabulario, tu imaginación.
Jamás se me hubiese ocurrido escribirle así a una palmera y, ya ves… poemazo.
Bravo, amigo