Tanta tristeza cabe
en aquella palabra, nunca dicha,
junto a la vieja casa,
y que apenas si importa, en este día.
La tarde se despide
con su manto, inasible, con su risa
amarga, con su olvido.
No queda más que angustia; y ya la vida
duele como una llaga que supura
ese dulce veneno, esa cautiva
memoria que se oculta, para siempre,
en la horrenda silueta que vigila.
La vida, sin embargo,
se obstina en invitarme, con su fina
dulzura, a seguir, firme, con la vana
ilusión de futuro, de alegría.
Yo sé que las palabras,
tenaces, significan;
que confirman el todo,
la inútil fe del hombre y su agonía.