Sigue la nieve ahí,
íntima y derrotada;
su dulce terciopelo en la mirada
envejecida, eterna, de esos árboles
que dormitan al fondo de los parques,
testigos insolentes
de las voces antiguas, de la ajada
ceremonia de un mundo que agoniza.
Insiste, con ahínco,
en dejarnos el eco de su luz,
la silenciosa música, la suave
cadencia de la lluvia desolada.
La máquina del llanto,el sufrimiento
que queda ahí, la nieve abandonada
en la inútil memoria
de las cosas marchitas,
de los tristes objetos que definen
la imposible silueta de la nada,
la breve alegoría de la vida.
La terca nieve, pétalo del frío,
inerte y derrotada.
