Juro que no recuerdo el nombre, pero de su imagen pudiera describir hasta los más mínimos detalles. Su rostro no hubiera podido ser caricaturizado por pintores o humoristas. Lo sustentaba un cuerpo que envidiarían las más hermosas modelos, cubierto con elegante vestido de fina tela delineando, ceñidas a ellas, las protuberancias que hacían de su figura una esbelta obra de Natura. Al pasar por mi lado con garbo, tal vez adivinando mi embeleso ante su belleza, me obsequió una sonrisa. Como atraído por un imán seguí sus pasos. Es ella, la mujer de mis sueños, me dije. Y por desgracia, comprobé que era cierto al sonar la alarma del despertador.
@Saltamontes 04/06/2019