-Ven. ¡Mira y aprende!- me dijo la vida, cuando me vio bucear debajo de la apariencia.
Y me encontré en un jardín tropical, admirando en un árbol, la flor más bonita de todas las flores.
-Observa- me dijo. Y vi la raíz de la flor y su perfume subiendo directo de las basuras que creaba el árbol, mientras moría.
“…es duro, pero cierto…
La muerte da de comer a la vida.”
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De pronto… me sentí la fuerza, con músculo ágil y elástico. Agazapado.
Percibiendo el campo, los sonidos, los perfumes…, pero sobre todo a mi presa.
Luego, saltar atravesando el aire, con el empuje de fiera, y saborear la vida desgarrando…
Después, aturdido quizás un momento…, y otra vez sentir, el aire rozándome en cada pluma, silbándome en los ojos y las alas; y esa emoción de la caza en picado, con los riesgos avaros controlados con pericia.
¡El suelo! ¡La garra que tensa un cepo en la presa…, y al aire!.
El pecho que estalla con un grito, brotando de alegría y desafío por seguir viviendo.
“a veces…para vivir,
hay que matar o morir”