La misteriosa estatua del mar

Fue mi amo el artesano, quien sumiso a mi llamado, a hurtadillas me ha plasmado en un pacto entrelazado.
Le he pedido concederme el mayor de mis deseos: me dejase entre las rocas para a ellas parecerme.
Sin ropaje que me abrigue, me acurruco si es que sirve, sentada y esperando, la llegada de mi amado.
Llevo marcas en mi cuerpo, recordando las de Cristo. Si esta copa he de beberla, me hago mártir, aunque muera.
Por las noches siento frío y no hay nadie que me abrigue, pero al beso del ocaso sale el sol y me sonríe.
Juego y danzo con las algas que se enredan en mi pelo, hablando con Alfonsina, largas horas me desvelo.
No hay palabras que consuelen, ni poemas que me auxilien, solo mil pesares firmes y un secreto que me ciñe.
Se agigantan mis pupilas ante tal inmensidad, sigo en busca de mi amado, pero no lo puedo hallar.
Grito y lloro en el silencio, en busca de una señal, si es que estás allí adentro, dime que te iré a buscar.
Nadie sabe de mi nombre, mis tristezas y pesar, me llaman la misteriosa, pequeña estatua del mar.

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