Temo que si Dios existiera
no festejaría este mundo
que vaga a la deriva
en tumultos de desconciertos
y que apenas es sombra
de su propia sombra lejana
con el desdén y desprecio
a su hermosa obra divina.
Colapsaremos, sin duda,
pagando un alto precio
por la desidia dañina
y el afán pernicioso
de avanzar, directos, hacía abismo.
Somos patógenos ignorantes
que han invadido el manto verde,
se han extendido voraces y diligentes
y han consumido el paraíso,
capaces, incluso, de reclamar el apelativo
de seres inteligentes,
¡qué ironía!
La manzana de adán
no es, sino, una metáfora premonitoria,
donde la manzana es nuestro planeta
y adán el primer hombre
que le dio a la tierra un mordisco
y después,
ya sabemos la historia…
Aunque preferimos imaginar otro relato
más complaciente y humano;
“que no somos cómplices y verdugos
de ese primer pecado”,
así limpiamos la conciencia
pero, a cambio entregamos,
como legado envenenado,
la confortable negligencia.