Abres la puerta de la galería de tu casa,
caminas despacio por la misma senda de todas las noches.
Tu caminar solemne y adornado de pasos de niño inocente se ha iniciado.
Te llevan como siempre al centro del parrón hecho de maderas frágiles pero resistentes.
Crees estar en una nueva gesta heroica, llena de sabiduría y pensamientos colosales.
Vas a encontrarte con ella nuevamente, la luna radiante y esplendorosa.
Niño inquieto e inseguro, eres enigmático y curioso como siempre.
Nuevamente irradias y despliegas tus emociones que solo tú conoces.
Concentrando como tantos días, la miras al cielo y ella está ahí de nuevo.
La admiras mareado por el vaivén del movimiento de tu cuerpo, tierra que te mueves.
Te imaginas cosas que solo tú puedes contemplar y explicarte.
Ella es tu cómplice de tu mente desordenada y apaciguada por tanta belleza y dulzura.
Sopla el viento de la noche y los árboles se mueven y cantan para ti la misma prosa de siempre.
El sonido te deja pasmado y la orquesta celestial está preparada para ti.
Ves relieves y carros majestuosos que galopan sobre ella.
La descubres en su gran intensidad creativa y mira, grandes colores irradian como siempre.
Tomas tus distintas formas creativas y a medida que la Tierra y el Sol realizan su danza orbital,
tú, lunita mía, creas la serie de fases lunares predecibles y matemáticas perfectas.
Locura inconmensurable donde me has llamado a hacerme miles y miles de preguntas.
¿Quién podrá responderlas? Solo tu imaginación de niño ha descubierto las respuestas.
Regresas y te vas por el mismo lugar a encontrarte con tu cama para seguir pegado a ella.
Duermes como siempre sin darte cuenta de que has descubierto al creador de todas las cosas.
Ya despertarás para admirarla nuevamente como todos los días,
en esa ceremonia histórica que no volverá jamás.
No sabría contestar a tu pregunta, mi razón se desborda a cada instante de vida. Hay poetas aquí muy grandes que podrían responderte seguro.