La llave

Quiero obviarles sin cuidados,
que en el principio era el verbo.
Que luego se devino en los cantos
florecidos en triunfos y llantos.

Y para siempre alabanzas
a las clerecías de grandes juglares,
vates de testas hermosas laureadas
y corazones de misterio grandes.

Loas a la cofradía que tiene mayordomía
para todos los mundos de ensueño,
germinadores de esclarecidos compuestos
en tinturas de añosos beleños.

Sin condición todo público es invitado.
Solo necesitan ser mendigo de los sueños
para el zozobroso y fúlgido cuidado
de devenirlos a este lado del espejo.


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