OTRO concurso de poesía
que no he ganado.
Con lo bien que nos vendría
ese dinerillo, ese muro
de calderilla tan necesario,
para esa televisión
en nuestro nuevo piso…
A mis buenos lectores
cuando lo publico en las redes
no parece importarles:
casi no me conocen,
pero comprenden
(porque también son artistas
de clase obrera),
que no soy tan inteligente
como me gustaría,
aunque soy más inteligente
de lo que muchos se piensan.
Y por ello
mis seguidores me tratan
como si yo fuese
un poeta de los grandes.
Si vieran mi caligrafía
–les digo humildemente–,
comprobarían que tengo
la letra más pequeña del mundo.
Una letra rodeada
de un monstruoso vacío;
que recuerda, igual que el ombligo,
que una vez fui niño,
que estuve en la paz
del vientre de mi madre.
[Abel Santos,
de ‘EL CAMINO DE ANGI’,
Un diario en verso.
Póemame Editorial, Julio 2020]