En una lápida de piedra,
de un desdeñado cementerio,
está el anuncio
de la crónica de una vida,
que obstinada hilvanaba
la memoria pasada
de los calcinados huesos
de una figura sin máscara.
Solo es una piedra cortada
que en su inscripción recoge
la memoria del sino de los días
de una silueta, de un rostro,
de una mirada, de una sonrisa
de una voz apagada
en el anfiteatro
de los derrotados.
Inerte testigo
de su propio juicio final,
ese que hacen las sospechas
de los recuerdos de otros
matizando las intenciones de una vida,
suspendida en las estrías
de ese tiempo consumido
que aun lata
en los vértices de su linaje.
Hay tantas y tantas lápidas, unas que dicen tanto cuando no escriben nada, y otras que estan llenas de palabras vanas.
Describen tantas historias cada una de las lápidas, que bien vale una tarde de visita (eso sí, en vida) a algun que otro cementerio.
Me encantó tu poema Pippo.
Un abrazo.