Unas veces me siento como pobre colina y otras como montaña de cumbres repetidas. Unas veces me siento como un acantilado y en otras como un cielo azul pero lejano. A veces uno es manantial entre rocas y otras veces un árbol con las últimas hojas.
Pero hoy me siento apenas como laguna insomne con un embarcadero ya sin embarcaciones; una laguna verde inmóvil y paciente conforme con sus algas sus musgos y sus peces, sereno en mi confianza.
Confiando en que una tarde te acerques y te mires, te mires al mirarme.
Mario Benedetti.
…
Lírico.
¡Me enamoré de la tempestad!
Del furor conque arremete
contra el árbol deshojado.
Me enamoré de usted, su majestad,
y aunque nada me promete,
yo insisto en pincharle el costado
con la lanza cruda del amor,
y usted lo que supura es desamor.
Es usted como la Rosa del ocaso
con sus pétalos fríos y tempranos
y yo al parecer me he vuelto el rocío
que le cae abundante; y escaso
le parece el cariño que emana de mis manos.
Ojala pudiera ser como el Sol sombrío,
ese que arrebata la escarcha transparente
de la tesitura carmina de su frente.
Soy el colibrí del monte que de cuando
en cuando disfruta de las mieles
de sus labios cuando están cantando
esas “Arias” hermosísimas e infieles
que se desprenden del resuello
que inflama las linfas de su cuello
pasional, y desearía ser más personal
en el oasis egoísta de su boca ocasional.
Yo no estoy conforme como la espina
lo está en el tallo de la hiedra,
como lo está la inerte piedra
que nunca se mueve y que goza si camina
el caracol pausado o la ninfa que ayer
se desnudó de las prendas del pasado.
Yo quiero volar también, y también arder
sobre la cumbre de su cuerpo bien amado.
Mi estimado paisano Yorch, esta parte del poema lanza chispas sobre mis neuronas poéticas, que de tan ignífugas, truenan en flamazos imaginando ya una conexión con tu poema.
Que grato es saber que los poetas somos como los portadores del fuego poético y que, como cuando se encendía un cigarro con otro cigarro, hay poemas que son antorchas que dan fuego para encender otras antorchas. O bien, los poemas son brasas resguardadas por musgo para seguir encendiendo el fuego y transmitir ese calor y luz. Estamos en esa cadena de fuego. No dejemos caer la poesía que hemos robado a los dioses.
Gracias por esta chispa, aplauso y felicitaciones.
Cuando a veces pienso en ya no escribir y sofoco mis brasas, vienen estas briznas prendidas, me soplan otros poemas el aire que aviva rescoldos.
Gracias por esto a ti y a todos aquellos que contribuyen a mantener el fuego vivo.
Nombre, gracias por ese comentario tan gratificante.
Tienes razón, hay veces que leemos a los demás y se nos encienden esos rescoldos poéticos que adormecen esperando un aliento cálido para arder.
Saludos