Ahí va caminando ella,
contemplativa y misteriosa.
Camina y no se queja,
¿Quién es y hacia dónde va?
Camina apresurada,
a veces no tanto.
Caminata audaz y segura,
de la naturaleza, su encanto.
Unos piensan que es vanidosa,
otros contemplan el enigma,
el arte abstracto que ella inspira,
hipnotizados, desde lejos, por la brevedad
del tiempo que ella les dedica.
Tan breve es su mirada
y memorables sus sonrisas.
¿Acaso son sus ojos
o quizás su habitual labial rojo?
Su intrigante narrativa,
sugerente y sin contexto,
sus cambios súbitos de humor,
sus aspiraciones sin pretexto.
Apresurada y joven,
como si quisiera ganarle al tiempo.
Le pregunté hoy:
“¿Qué te quitó el tiempo?”
(Silencio.)
Su mirada se posa en mí, suave,
hipnotizante como el primer día.
Una medusa sigilosa,
y vi en ella un instante de agonía.
¿Cómo explicar sus ojos ahora fríos,
jóvenes, buscando cobijo,
apresurados, pidiendo auxilio?
Se retiró, y nunca más volví a ver
aquellos firmes ojos negros.
No me dejó descifrar el enigma
que aún persiste en la ciudad de la luz.
En las calles doradas, ella deambula hoy,
como si quisiera ganarle tiempo al tiempo.
Sigue apresurada, con paso vehemente,
con una mirada fija en sus ocurrencias.
Sigue serena y a veces sonriente.
El tiempo ya no compite con ella.
Ya nada puede detener a la huérfana.