La herida

Tienes las edades que tu cuerpo disimula,
todas las miradas que te faltan
cuando tus párpados se cierran
y nos encontramos en medio de las sombras.

Tu nombre se me olvida a cada rato.
Acostumbrada a asomarte a los sueños
conoces el evangelio de todos los hombres,
aquellos que te han dejado cicatrices.

El hambre no debería ser una penitencia.
Sobre las mesas de los comensales
se sirve el corazón a término medio
o bien sangrante para que arda
cuando atraviese las cavidades y navegue.

A veces nos da por colocar la cabeza,
a un lado de la mesa y mirarnos de reojo.
Tienes todas las edades que tu cuerpo disimula.

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Buen poema. Un gusto leerte. Saludos cordiales.

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