La fuente de los años

Al fin, que es obligado mi tormento
y es obligada, al fin, esta tormenta;
no hay cuita que penar… que así es contenta
la vela cuando expira por su acento.

Aquí donde la noche es un momento,
y es, el momento, infierno que se menta
traicionero, infinito y mala cuenta…
¿no navega la pena a sotavento?

Es mi ventura padecer los daños
de quien es dueña, muerte, y la razón
para amainar los cielos siempre huraños.

¡Gloria verla, descanso la pasión…!
Así es quien de la fuente de los años
hizo brotar con fuerza un corazón.

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Hermoso, maestro!

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Gracias por tus palabras, amigo. Te mando un muy cálido abrazo.

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