A veces, cuando llega la tristeza
e invade tu distancia, paso a paso,
la presencia del tiempo ,y su fracaso,
exige que paguemos su certeza.
Ya asedia mi jardín, mi fortaleza,
un duelo repentino en el ocaso
de la vida, que pide, con atraso,
una reparación a mí torpeza.
He vivido en lugares sin historia,
alzando un monumento a la memoria
de gestos y promesas incumplidas.
De nada han de servir ya mis intentos
por ocultar la nada y los cimientos
de fugitivas lágrimas perdidas.