Llega un rumor cálido de días,
olas en el desván, húmedas, ciegas,
y nace, ingrávida, ondulante, la melodía.
Las notas se encogen evasivas,
reparten ansias y delirios,
dibujan la derrota y ofrecen lágrimas
que secan manos compasivas,
ménades que desgarran con sus uñas.
Cadencia frágil de suspiros, cuitas
que asombran al dios Pan, también flautista,
el dios caprino de hendida pezuña.
¿Es para otro su canción?
¿Es que ya no me ama?
En la penumbra, cuelga la ropa de las cuerdas,
figurines que se cimbrean y bailan con la música.
La luna palpa como mano libidinosa las tejas,
Pan, en la penumbra, sabe y calla cosas.
La flauta se insinúa, tirita,
se ahoga, resucita.
escancia aromas de benjuí y de llanto,
acuchilla la penumbra en la esperada cita.
¡Qué vacío desfile de horas silenciosas!
(Poemas malditos)