La Fábula del Roble y el Viento

En un valle frondoso, erguido sobre una colina, vivía un roble majestuoso, cuyas ramas se alzaban con orgullo hacia el cielo. Su tronco, firme y ancho, era un símbolo de fuerza y dignidad. Los animales del bosque lo admiraban, y las aves anidaban en su copa, confiando en su solidez. Un día, llegó al valle un viento arrogante, que soplaba con furia, arrancando hojas y doblando arbustos. Al ver al roble, el viento se burló:

—¡Roble presumido! ¿Crees que tu altura te hace invencible? ¡Arrodíllate ante mí, o te quebraré!

El roble, con voz serena, respondió:

—No me doblegaré, viento. Mi dignidad es mi raíz, y mis raíces son profundas. Puedes soplar, pero no me harás renunciar a quien soy.

Furioso, el viento desató su poder. Rugió día y noche, azotando al roble sin piedad. Las ramas más jóvenes crujieron, algunas hojas cayeron, pero el roble permaneció erguido. Los animales, preocupados, le suplicaron:

—¡Roble, inclínate un poco! ¡Salva tu vida!

Pero el roble contestó:

—La vida sin dignidad no es vida. Prefiero quebrarme que vivir postrado.

El viento, agotado tras días de lucha, perdió su fuerza y se desvaneció en un susurro. El roble, aunque herido, seguía en pie, más imponente que nunca. Los animales lo miraron con nuevo respeto, y las aves volvieron a cantar en sus ramas.

Moraleja: La dignidad es la raíz que nos sostiene ante las tormentas de la vida. Perderla es perderse a uno mismo, y ningún viento, por fuerte que sople, vale el precio de renunciar a ella.

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