Conocí una vez un pequeño amor
que se hizo gigante,
abrió el suelo,
derribó todas mis puertas,
hundió los cristales
y me hizo dudar
de mi propia existencia.
Después llegó la penumbra:
flores de un día,
damas de noche,
ciénagas de fuego;
la vida quedó sepultada
detrás de la madrugada,
y sólo reconocí la lluvia
y cuerpos agrietados
bajo una nube de hielo.
En cuanto al pequeño amor
que se hizo gigante,
todavía tiembla en una esquina
de mi costado izquierdo,
y a veces suena su risa
mientras organizo mis ruinas.
Joer… Esas grietas que nunca se sellaron… A veces el agua entra a borbotones; sin poder siquiera remediarlo.
Me he visto reflejado en tu hermosisimo poema.
Gracias por poner palabras a los sentimientos. Y felicidades.
Bellísimos versos que reflejan como nos tambalea la grandiosidad del amor, de ese amor que nunca se olvida, que nunca nos abandona, el título muy propio, poeta!! Abrazos!!!