Conocí una vez un pequeño amor
que se hizo gigante,
abrió el suelo,
derribó todas mis puertas,
hundió los cristales
y me hizo dudar
de mi propia existencia.
Después llegó la penumbra:
flores de un día,
damas de noche,
ciénagas de fuego;
la vida quedó sepultada
detrás de la madrugada,
y sólo reconocí la lluvia
y cuerpos agrietados
bajo una nube de hielo.
En cuanto al pequeño amor
que se hizo gigante,
todavía tiembla en una esquina
de mi costado izquierdo,
y a veces suena su risa
mientras organizo mis ruinas.
Joer… Esas grietas que nunca se sellaron… A veces el agua entra a borbotones; sin poder siquiera remediarlo.
Me he visto reflejado en tu hermosisimo poema.
Gracias por poner palabras a los sentimientos. Y felicidades.
Bellísimos versos que reflejan como nos tambalea la grandiosidad del amor, de ese amor que nunca se olvida, que nunca nos abandona, el título muy propio, poeta!! Abrazos!!!
Tienes la maravillosa habilidad de llegar siempre hasta esa esquina del costado izquierdo donde todo tiembla.
Es precioso, Álex. Y el título también.
Abrazo .