La espada de Damocles

La espada de Damocles siempre pende
del cuello de los pobres desgraciados,
que yendo por el mundo de colgados
a nadie sus miserias hoy sorprende.

Quizás por eso el débil no se defiende
si los dados que tira están trucados,
quien sabe si a propósito marcados
por aquel que la pócima les vende.

Por eso quienes juzguen por deporte
afilada tendrán la lengua y grande
para aviar su aguijón en un soneto,

a veces sin que un pelo aquí se corte
siempre que el corazón no se le ablande
y se las pire al hades en secreto.

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