Al atardecer gime la encina
de agónica nostalgia.
Cuando la penumbra
se vuelve noche
y el leñador acaba su tarea,
todo queda en calma y la encina,
tocón sin ramas,
llora bajito, desconsolada.
(de Garabatos)
Al atardecer gime la encina
de agónica nostalgia.
Cuando la penumbra
se vuelve noche
y el leñador acaba su tarea,
todo queda en calma y la encina,
tocón sin ramas,
llora bajito, desconsolada.
(de Garabatos)
Un poema impregnado con u poco de tristeza. Cuando el árbol es de utilidad para el hombre, se percibe el mohín de cerca, pero, si el árbol no termina para lo que fue encomendado, habrá lágrimas de dolor.
Buen poema!!!
Saludos, José Manuel
Me gusta esa forma de dar vida y alma a los árboles, no es fácil de hacer y sin embargo tú lo haces de maravilla. Un hermoso poema. Saludos.
Hermoso y triste tu poema sobre esta encina que es una gran metáfora de la vida natural…que se muere poco a poco, desgraciadamente.
La dehesa, por abandono y con esa terrible enfermedad de la “seca”, a la que no encuentran soluciones viables, va a ir desapareciendo poco a poco. Las encinas se convierten en esqueletos fantasmagóricos. Me parte el alma verlas así…
Aquí, en Andalucía y en Extremadura, hay ya muchos ejemplares afectados. Una pena.
Abrazos, amigo.
Que bonito y que ternura despiertan tus versos, les cubre un halo de ligera tristeza, poeta!!!
Muchas gracias, Martín. Saludos
Gracias, José Pedro. Saludos y buen día
qué final tan bello, José Manuel… tanto!
Gracias, María. Tienes razón, Da mucha pena que nuestro árbol más emblemático esté desapareciendo. Un abrazo y buen día
Me alegro de que te guste, Walla. Un abrazo
Precioso
Poema hondo, José Manuel, este con el que nos has deleitado. Me ha gustado mucho
Gracias, Ana por tus siempre amables y alentadoras palabras. Un abrazo, poetisa
Gracias, Marta. Me alegra mucho que te guste. Saludos
Tu comentario me llena de satisfacción . Saludos, Galilea
Me gusta mucho y me llena de orgullo tu comentario , Andrés. Viniendo de ti es todo un honor. Gracias sinceras