Es hora de reconocer la derrota,
la mentira sobre la que hemos edificado nuestra vida,
tormenta a tormenta,
desde el fango y la desolación más abyecta.
El momento de hacer balance,
de calibrar las pérdidas,
de enterrar promesas y desvaríos,
instantes eternos,
rostros difusos en la niebla.
Porque ya no queda nada de nosotros mismos,
de aquellos niños que el tiempo ha borrado
en la vorágine de los días maltrechos y deformes;
y que nos observan , desde el fuego insondable
de las mustias fotografías,
con sus tristes e inútiles sonrisas;
y nos piden , serenos y lúcidos, una reparación,
un argumento, algo que permita
maquillar, de alguna manera,
este hondo y amargo desastre.
Como muy bien expresas en tus versos, el alma se siente derrotada cuando ve todo lo que pudo haber sido y ha quedado apartado en otra dimensión. Creo que al final todos nos sentimos derrotados, cuando miramos atrás. Gran poema. Un saludo.
Muchas gracias por tu comentario. Intento acallar la voz que me recrimina, cada vez con más insistencia, la apatía, la desidia que ha formado parte de mi recorrido vital, y que ha llevado al acatamiento de un status quo
que nada tiene que ver con mi forma de ver el mundo. Un saludo.
Que fuerza e intensidad poseen tus versos, esa derrota que abarca todas las dimensiones y de la que nos sentimos a veces responsables por nuestras acciones y omisiones, poeta!!!
Muchas gracias por tu atinado comentario. Un saludo.