La cocina de la abuela

Muy temprano en la mañana
se encuentra en la cocina metida
una envejecida abuela, que se afana
preparando una suculenta comida.

Vienen su hijo, su nuera y los dos nietos;
la noche anterior no ha dormido.
Será un fin de semana completo.
“Prepararé el mejor cocido que han comido”.

Con sus manos arrugadas y temblorosas
echa el agua, va colocando el puchero,
sacando y preparando todas las cosas,
y se inclina poniendo más leña al fuego.

Quita de remojo las alubias blancas,
con el gastado cuchillo corta la berza,
de la sarta de chorizos un par arranca,
trincha el tocino y la costilla con fuerza.

Van de un lado a otro sus manos ligeras
y con calma prepara con total precisión
la mejor versión de las comidas caseras,
aprendidas por el fruto de la repetición.

Haciendo una pausa, mira por la ventana
buscando a su familia a la que espera.
Un pajarillo está cantando en una rama,
alegrando los primeros días de primavera.

“Es todavía pronto para que ellos lleguen”,
suspira la encovada viejita sonriente,
mientras añade agua para que no se peguen
las blancas alubias del puchero hirviente.

Y con cuidado, un poco lo aparta del fuego;
el potaje debe cocinarse despacio.
Para ella, preparar la comida es un juego.
Con su gente hoy su casa será un palacio.

Tenue sonido del cocido que borbotea
va llenando su casa de rica fragancia.
Un toque justo de sal va echando y tantea
probando con su cuchara de palo rancia.

En lo que el cocido cuece a fuego lento
se apura la abuela montando la mesa:
los platos, vasos que saca brillo al momento.
De un manotazo espanta a una mosca traviesa.

Luego pone los tenedores a la izquierda,
a la derecha cucharas y los cuchillos.
Y al sacar las bordadas servilletas recuerda
el regalo de su madre, de su padre los anillos.

Son las dos cosas que con más cariño guarda;
lo saca solo en ocasiones especiales.
Al hacerlo siempre la nostalgia le embarga.
El calor de su familia diluye todos los males.

Hacendosa, sigue apurando los detalles:
parte el pan, saca el vino, y sin estar alerta
que la mañana pasa y que se llenan las calles,
¡brinca su corazón! Alguien llama a la puerta.

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Un poema muy bonito y entrañable, compañero! Su relato, lo he vivido…
Esa escena se repite muchas veces en la realidad.:revolving_hearts:
Un saludo, compañero!

Gracias. Me alegra que te haya gustado. Un saludo