Son las manos de la ciudad sin ojos.
Si mendigan, embellecen las ciudades;
con su aporte, el colector supera la crónica disnea.
Vienen a mitigar el hambre del mendigo
que imagina su verdadera piel al borde del vahído
e inhala monóxido de carbono,
entre cartones.
Consiguen que se cierren las navajas luctuosas
y que la sangre refluya a los cuerpos moribundos,
un milagro como el de los panes y los peces.
El oído a Milanés y el ojo a Umbral conceden,
acordes con los tiempos, progresistas,
postulan entre la multitud, las manos
extendidas, cual ménades benévolas,
hasta que el estupor las paraliza,
la sensatez regresa
y vuelven a sus casas, satisfechas, convencidas
de haber salvado con su colecta el día.
Se hundieron en el semoviente río de hidrocarburo
para luchar contra el cáncer y salvar al mundo:
unámonos al encomiable esfuerzo,
y veremos juntos una futura, incierta primavera.
Muy hermoso este poema; mis respetos, poeta!!! Un gusto disfrutar la lectura de su trabajo poético.
“Son las manos de la ciudad sin ojos.
Si mendigan, embellecen las ciudades;
con su aporte, el colector supera la crónica disnea.
Vienen a mitigar el hambre del mendigo
que imagina su verdadera piel al borde del vahído
e inhala monóxido de carbono,
entre cartones.”
Jo, qué bonito y desmesurado.
Bill era el maestro pero Kiddo conocía los cinco puntos de presión para explotar un corazón . Es más o menos el caso
Gracias, y abrazos
Bonito tu comentario, amigo.
Me lo guardo pa’ siempre
Y nombrar a Bill y a la mamba negra, para mí, que soy la fan número uno de Tarantino, es un súper plus.
¡Gracias!