La calle vacía.
Solo yo y aquel trozo de papel que revolotea en el aire, como si fuera una mariposa sin rumbo fijo.
Escucho el sonido de las hojas que se agarran a aquel árbol, porque no quieren soltarse de los brazos que las mecen. Bailan con la misma sutilidad, que aquella muñeca que guardaba con recelo mi caja de música.
Y llega como una melodía para mis oídos, el repique de una campana. Pero también se escucha el silencio…
Suerte que lo acompaña mi espera.
La que emocionada ansía dar abrazos y besos guardados a quienes también los guardan para mí.
Y como en un suspiro los besos y abrazos llegaron y se fueron de nuevo cruzando el océano. Tan rápido, que casi ni me di cuenta…
Y me quedé de nuevo aquí. En esta calle vacía, que llenó mi corazón de amor y lo desbordó como aquel río que cambió su rumbo para llevar agua a otros lugares.
Suerte quien camina por calles vacías de gente. Suerte quien tiene llenas de amor, las calles que llevan al alma.