La hermosa bailarina
baila la danza
de la rebeldía,
en los tablaos
del alma.
Ondulando los brazos
como dos crisálidas,
que en los torbellinos
de los huracanes
levantan el vértigo
de los violines,
cuando rasgan
los rayos de la luz.
Sus leves pies
puntean en el humeante
asfalto, la fuga del exilio.
Cada minuto
un mundo sucio
rompe el ritmo
de la vida.
Pero ella,
sorteando los cuchillos
del maltrato
y los insultos,
baila un ballet de lucha
y resistencia.
Va danzando en un arcoiris
que ya no reflejan lágrimas.
Va danzando en la rabia,
la que libera,
y en el amor de las plazas,
con la plenitud de la lucha
y del jolgorio.
Que mira a la humanidad
de igual a igual,
y su danzar, es un nuevo caminar,
como el de los demás.