No hay paz para los malvados
Isaías 48:22
El salmo que envenena la inocencia,
que esparce la ponzoña del pecado,
que arranca las entrañas del malvado
que arroja la moneda y su conciencia.
Metal contra la losa, la presencia
del mundo y su latido entre el sagrado
mandato de las leyes y el ajado
sudario del tormento y la sentencia.
La carne del cadáver se desprende;
su infecta podredumbre ya se extiende
y brilla mortecina por la tarde.
El Campo de la Sangre, las monedas
de plata que dibujan las veredas
que Judas configura con su alarde.