Una promesa cayó de sus labios,
y el suelo murió de espera.
Suerte que ya no estabas allí,
reptando a su alrededor, porque
te hubieras tentado de recogerla.
Si eres una valiente semilla
que se liberó de su espiga,
busca un suelo recién arado
y siémbrate donde cae la lluvia
y calienta el sol en las mañanas.
No te fíes de promesas incumplidas,
que no pintarán tus noches de azul y plata
ni florecerán sus mentiras en tus entrañas.
La verdad no llega nunca a ser realidad,
ni la realidad es un barco encallado
que halló mal puerto de tanto navegar.
Uno mismo es la verdad que hallamos,
después de arribar a donde queremos llegar.