Nada queda de la canción,
podrida, en el estanque viejo,
donde el mastranzo nos seduce
con la tibieza de su aliento.
El aroma del campo agreste;
ese torbellino, sereno,
entre los álamos que guardan
el tibio susurro del viento.
Nada queda de la canción,
podrida, en el estanque viejo,
donde el mastranzo nos seduce
con la tibieza de su aliento.
El aroma del campo agreste;
ese torbellino, sereno,
entre los álamos que guardan
el tibio susurro del viento.
Asomando la melancolía y la pesadumbre en este bello instante…
Todo un hermoso poema.
Buenos días!
Gracias por tu comentario. Detrás de ese bello instante hay una leve tristeza, una angustia de estar vivo.
Me en can ta !!! ! !
Gracias por tus palabras. Saludos.